viernes, 30 de diciembre de 2011

ANTES O DESPUÉS

...todos para muchos o pocos, caeremos en el olvido.

En 1876 Alexander Graham Bell, inventa el teléfono, y con él la posibilidad de poner en contacto largas distancias. Desde ese momento, los esfuerzos del hombre se han centrado en hacer que esa conexión sea cada vez más inmediata. París, Londres, Hong kong, se estrechan en milésimas de segundo gracias a la fibra óptica, Internet, las video conferencias. Nos permiten estar simultáneamente conectados en cualquier lugar del mundo por cables invisibles, de la misma manera que las estrellas están conectadas por líneas imaginarias que forman constelaciones, pero que por encima de todas ellas, sobrevolando el tiempo y el espacio, están los cordones umbilicales que nos unen a las personas que amamos. Como cordones de plata transparentes que pertenecen solamente al reino de lo extrasensorial, que hacen que algo se revuelva en nosotros cuando sufren, cuando se alegran, como un pálpito, un escalofrío en la piel, y que nos llevan a hacer cosas maravillosas o terribles, simplemente, porque estamos conectados.




"Si cenicienta hubiese tenido un reloj en el corazón, habría parado el curso de las horas a las doce menos un minuto y se habría pasado toda la vida divirtiéndose en el baile."

2 comentarios:

  1. Hola Irene

    Curioso post. De nuevo aparecen los procesos de vinculación (diferentes a los procesos de conexión meramente tecnológica), algo que es interesante recalcar. Aunque evidentemente, los nuevos instrumentos generan nuevas posibilidades (no siempre buenas). Me recordaba un texto de Gergen que se llama "El yo saturado", justamente saturado por la multiplicación de conexiones que hay disponible actualmente (y eso que el libro se escribió en los 90 e internet aún no se había desarrollado del todo, sólo existían los e-mails).

    Por cierto, je.. dónde está Honkon?

    Un saludo

    Alejandro

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